MÓSTOLES | La obra de Juan Muñoz, en el CA2M

La muestra, que recorre su primera década de trayectoria, conmemora los 70 años del nacimiento del artista

La muestra, que recorre su primera década de trayectoria, conmemora los 70 años del nacimiento del artista

Se podrá visitar hasta el 7 de enero.

Imagen: CA2M

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El Museo Centro de Arte Dos de Mayo ha querido rendir homenaje a la trayectoria artística de Juan Muñoz en el setenta aniversario de su nacimiento con la exposición 'En la hora violeta', la cual se podrá visitar hasta el próximo 7 de enero, y que continúa la muestra que puede verse en la sala Alcalá 31. Mediante un repaso a la primera década de su carrera, hasta 1990, está concebida "como un relato circulatorio en un museo encantado, una casa del arte tomada por una ausencia ritmada, por un reconocimiento de una espectralidad inevitable".

 

 

Las primeras y últimas piezas son retratos sin figura y trucos de prestidigitación concebidos para que el mago, el artífice, desaparezca. Juan Muñoz se despide cada vez de su público, en cada ceremonial expositivo, después quizá de prometer ahogar su libro de magia, indescifrar su código, enterrar sus trucos.

 

 

Su título, 'En la hora violeta', es el verso 220 de La tierra baldía de T. S. Eliot, uno de los poemas favoritos del artista: “la hora de la tarde que conduce al hogar, y devuelve a casa al marinero”. El tiempo del arte y el tiempo del visitante de exposiciones ocurre siempre en esa hora violeta, una hora en la que las sombras ganan la partida al día. Como escribía el filósofo Emmanuel Lévinas, en 'La realidad y su sombra', otro texto favorito del artista: “El arte no conoce un tipo particular de realidad (…). Es el acontecer mismo del oscurecimiento, un atardecer, una invasión de sombra”.

 

 



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Uno quisiera creer que lleva sus esculturas dentro de sí mismo, como le pasaba a Enrico Caruso con la voz

 

 

Los inicios de la trayectoria de Juan Muñoz son una sucesión de curiosidades: recibe tutorías del sofisticado crítico de arte Santiago Amón; comienza estudios de arquitectura en Madrid y luego se plantea cursar cinematografía; gracias a una beca del British Council acude a estudiar litografía a la que hoy se llama Central Saint Martins College of Art and Design en Londres; otra segunda ayuda le lleva al Croydon College, donde realiza un posgrado con Bruce McLean y conoce a la artista Cristina Iglesias, con la que se casará después; su formación culmina en Nueva York, con una beca Fullbright que le lleva al Pratt Graphic Center y luego a convertirse en artista en residencia del P.S.1 Contemporary Art Center. Aunque él mismo dijo: “pasé un año en Nueva York y realicé un solo dibujo”, en realidad haría trabajos performativos, investigaciones en los museos y fondos bibliotecarios de la ciudad, e incluso una entrevista al escultor Richard Serra.

 

 

En 1982 se instala en Torrelodones para dedicarse profesionalmente al comisariado. La exposición Correspondencias: 5 arquitectos, 5 escultores –con figuras fundamentales como Mario Merz o Peter Eisenmann– la realiza junto a la comisaria española más internacional de aquel momento, Carmen Giménez. Un año después comisaría La imagen del animal, una muestra en Santander que liga los nuevos comportamientos artísticos con la plástica prehistórica. En paralelo, arrancan sus intereses como escritor, que iban a acompañarle a lo largo de toda su producción: desde ensayos sobre artistas como Medardo Rosso, Jannis Kounellis o el arquitecto Borromini hasta un tipo de ficción etnográfica cercana a las ficciones de Jorge Luis Borges, que debe considerarse una parte importante de su obra.

 

 

Desde 1983 decidió dedicarse por completo a la práctica artística. Esta exposición recupera muchos de sus primeros trabajos y, aún con algún titubeo propio de un artista emergente, la reflexión conceptual y la exigencia técnica de estas obras tempranas ya está a un altísimo nivel. Como él mismo dijo: “Uno quisiera creer que lleva sus esculturas dentro de sí mismo, como le pasaba a Enrico Caruso con la voz”. Su primera exposición individual, en la galería Fernando Vijande de Madrid en 1984, se reconstruye en parte en el atrio del Museo CA2M. Asombra en estas piezas la coherencia con respecto a su trayectoria futura: las arquitecturas para la vigilancia, una relacionalidad compleja entre los personajes, la erosión de la frontera entre representación y realidad y el uso del lenguaje como truco ilusionista avanzan lo que serán sus herramientas centrales. Aunque aquella primera exposición no fue un éxito de ventas, sí lo fue para la crítica.

 

 

De la mano de la comisaria María de Corral exhibe en 1986 en la sección Aperto de la Bienal de Venecia y en 1987 realiza en el CAPC de Burdeos su primera exposición monográfica en un museo. Es ahí que su trayectoria –con el apoyo de grandes comisarios del norte de Europa como Rudy Fuchs, Jan Hoet o Chris Dercon– adquiere un fulgurante peso internacional. En España, su primera exposición institucional no llegará hasta 1996.

 

 

Su trabajo en la década de los 80 estuvo marcado por una triple intención: recuperar la figura humana para la estatuaria desde una plástica no expresionista, experimentar con el repertorio emocional del régimen expositivo y plantear una reflexión sobre las posibilidades teatrales de la instalación. La complejidad de las narrativas espaciales de Juan Muñoz arranca con su interés en los minaretes, atalayas, balcones y otras arquitecturas concebidas para la mirada elevada del poder, pero también para la proyección de la voz. Su interés por la especulación narrativa se despliega en toda una serie de trabajos centrados en lo siniestro cotidiano, desde sus amenazantes pasamanos descontextualizados –arquitecturas guía que han perdido su objeto- a los llamados Raincoat [dibujos de gabardina] que representan en blanco sobre fondo negro espacios domésticos, vistas de interiores de un gótico gélido.

 

 

La exposición culmina con varias de las obras maestras que consolidaron su fama, instalaciones de suelos ópticos donde la teatralidad sirve para tensionar la reacción física y psicológica de los visitantes a una exposición, como The Waste Land [La tierra baldía], Souffleur o Arti et Amicitiae, recuperada por primera vez desde su instalación en 1988.

 

 

 

 

El Museo Centro de Arte Dos de Mayo quiere expresar su agradecimiento a todas las personas, instituciones y coleccionistas "sin cuya generosidad esta exposición no hubiera sido posible, y en especial al Juan Muñoz Estate por su imprescindible contribución a este proyecto".

 

 

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