La Feria Internacional de Turismo de Madrid no es solo el certamen del sector turístico más importante de España y uno de los mejores del mundo. Y no solo sirve para hablar de política turística, de destinos, hoteles, vacaciones, modelos de negocio… Es un gran escaparate al que se asoman todos los años alrededor de 200.000 personas en cada edición y decenas de medios de comunicación y televisiones del mundo.
Este fue el escenario elegido por el barón (o varón) socialista Emiliano García Page para enviar una fuerte andanada a sus compañeros de partido a cuenta de la Ley de Amnistía, de la financiación autonómica y del funcionamiento de su organización política. Pudo hacerlo en la convención política de los socialistas, pero sabía que allí estaría en minoría y pronto tendría contestación. Mejor aprovechó las chanzas y confidencias con sus ‘amigos’ presidentes de las Comunidades autónomas de Andalucía, Juanma Moreno; de Murcia, Fernando López Miras; y de Valencia, Carlos Mazón.
El experimentado político socialista sabía que le grababan, que le escuchaban y que lo que dijera abriría todos los telediarios; también que protagonizaría portadas durante días. Y por eso se lanzó. Comenzó su alegato por la financiación autonómica y en este sentido parece entendible que se apoye en regiones vecinas para defender que se acabe con la infrafinanciación de algunas autonomías, como la suya, aunque para ello tenga que hacer piña con líderes populares.
Pero poco a poco se fue viniendo arriba y le pareció buena idea compartir con sus homólogos confidencias sobre la Ley de Amnistía. Añadió un punto de dureza a su discurso y no tuvo reparos en afirmar que su partido estaba ya “en el extrarradio de la Constitución” por culpa de sus pactos con Junts.
Acabó su charleta amistosa con críticas a la propia organización de su partido “a mí están a punto de extraditarme” soltó en medio de las risas de sus interlocutores para sentenciar que “yo sufro que no te imaginas. Lo que ha hecho el PSOE es de una tensión máxima, Echar a todo Dios que se le opone”.
En realidad, todos estos comentarios no son novedad en García Page. En el seno del PSOE todos saben que si quieren gobernar una región como Castilla-La Mancha tienen que ofrecer a sus ciudadanos la parte más a la derecha de los socialistas porque sino estarían fuera del Gobierno. Pero una cosa es esa y otra protagonizar ante toda España un acto de total deslealtad con su partido y con sus compañeros.
García Page, faltaría más, está en todo su derecho de criticar la Ley de Amnistía, la forma en la que Pedro Sánchez ha mantenido el poder, las cesiones que hay que dar cuando se quiere conservar o llegar a un Gobierno… pero hay otros canales menos ruidosos. Pero en el fondo, lo que hace el barón socialista es dar munición a la derecha y a la extrema derecha para que puedan seguir atacando sin piedad a su propio partido. Y lo hace, sospecho, porque le conviene para sus intereses personales.
Por cierto, habría que recordar a García Page que en 2016 se sentó sin ningún tipo de problema con Podemos para negociar su continuidad al frente de su Comunidad. Poco después, ante las exigencias de los morados, les cedió dos puestos en su Gobierno “para dar certidumbre” decía. Y concedió muchas más medidas, algunas de las cuales aún pagan los castellanomanchegos como la modificación legislativa que permite mejorar la escala funcionarial a aquellos que se dedicaron a la política y después regresaron a sus puestos en la Administración Pública. También conviene recordar que aquellos pactos no fueron sometidos a votación de la militancia porque el señor Page no quiso, saltándose la normativa interna de su partido. Consejos vendo que para mi no tengo ¿verdad?
De vuelta al presente, hay que preguntarle a Emiliano García Page si prefiere seguir preocupado por el futuro penitenciario de Puigdemont y compañía o por el contrario merece la pena que su partido siga manteniendo un Gobierno en España que proteja a la clase media española. El señor Page tiene que sopesar si el interés general está en meter en la cárcel a los independentistas catalanes o en mantener alejados de Moncloa a Feijóo y a su socio Abascal que en su primer Consejo de ministros desmontarían de un plumazo todas las medidas aprobadas en los últimos cinco años, al más puro estilo Milei.