OPINION | "¿Dónde estaba Dios cuando ese cura abusó de mí?"

Sale a la luz el informe del Defensor del Pueblo sobre abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica

Sale a la luz el informe del Defensor del Pueblo sobre abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica

Me hace gracia la autoridad moral que la gente inyecta en los sacerdotes.

Imagen: Redacción

Hace unas semanas salió a la luz el informe realizado por el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, sobre los abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica. 777 páginas desgarradoras en las que las personas se convierten en cifras, y desde el que se pretende dar una respuesta o, al menos, un suspiro de alivio a las víctimas que, por fin, dejan de estar silenciadas. 

 

Durante su presentación, Gabilondo subrayó que "el Informe aporta claridad, datos y argumentos ante una cuestión que a todos resulta difícil de abordar, pero que es imprescindible hacerlo. Se trata de que se asuman responsabilidades, lo que implica responder de, responder ante y responder a. Y esta respuesta necesaria exige que el Informe [...] contribuya a la toma de mayor conciencia de la cuestión, y a dar efectivamente una respuesta a las víctimas, una respuesta exigida por ellas con buenas razones”.

 

Si acudimos al documento, vemos que se ha realizado una encuesta a 8.013 personas de la población española, además de entrevistas y una recopilación de más de 400 testimonios. No obstante, las cifras no solo reflejan los abuso dentro de la Iglesia, sino que también muestra los abusos cometidos en otros ámbitos. Así, según el informe, el 11,7% de las personas que participaron revelaron que sufrieron abusos sexuales antes de cumplir los 18 años. De este porcentaje, un 3,36% aseguran que se dio dentro del ámbito familiar, un 1,13% dentro de la Iglesia, y el 0,6% sufrieron abusos por un sacerdote o un religioso católico.

 

Como decía el Papa Francisco en una de sus comparecencias, hay que dialogar sobre "esta peste" que hay dentro de la Iglesia. Y así lo ha hecho este informe, en el que se hacen recomendaciones para intentar poner una solución a los escándalos que se han saldado con vidas humanas. Sin embargo, no puede pasar por alto la primera cifra que he mencionado, los abusos dentro de las propias familias, y de eso, ¿quién habla?

 

Me hace gracia la autoridad moral que la gente inyecta en los sacerdotes, sin embargo, parece que un padre o una madre de familia, un tío, abuelo, sobrino, nieto..., no tiene ninguna o, al menos, no se menciona. ¿Acaso un padre o una madre no tienen la responsabilidad intrínseca de velar por su hijo/a, de protegerlo/la?, ¿no es una autoridad que responde ante la vida de esas personas, por lo menos hasta la mayoría de edad? ¿No hay familiares que han asesinado a los suyos, a los de su misma sangre? 

 

Entonces, me paro a pensar y me pregunto: dónde está el verdadero problema, dónde hay que poner el foco, en Dios, en la Iglesia, por ser Dios o la Iglesia, en una figura que se supone responsable, o en las personas concretas que cometen esas atrocidades. Ser sacerdote no significa que automáticamente Dios posea tu cuerpo, ni ser madre o padre implica una fuerza suprema que les haga comprender sus funciones. Si llevo una vida de mierda, ambas condiciones no generarán ningún cambio en mí, son solo eso, títulos que, en muchas ocasiones, disfrazan auténticos infiernos.

 

Quizá en esta ocasión me quede escasa de explicaciones, creo que hay temas que no se pueden razonar más, y los abusos es uno de ellos. No hay nada que lo justifique ni palabras que puedan definir el sufrimiento que un hecho así supone. Sin embargo, para todos aquellos que se llenan la boca insultando a la Iglesia por los delitos de un grupo, o hablan de moral y lanzan la pregunta de: "¿Dónde está Dios cuándo suceden estas cosas?", os invito, simplemente, a ver los videos del Papa Francisco condenando estas atrocidades. Además de recordaros que la Iglesia ha sido la única institución que ha abierto sus puertas para que investiguen personas que ni siquiera pertenecen a ella.

 

Antes de insultar, juzgar o hundir una creencia o institución, sería un puntazo que miráramos todo el panorama que nos rodea y buscáramos una solución al problema real, que no está ni en el sacerdocio que, por cierto, es libre, nadie obliga a nadie a ser cura, ni en la Iglesia o en Dios. Tampoco está en las familias como agrupo social o ni en todos los centros escolares. ¿Cuál es el origen real de esta lacra? ¿Con qué debemos acabar realmente?

 



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