La resaca emocional tras la gala del Balón de Oro sigue latente. Una gala que no ha dejado indiferente a nadie y que sin duda -y por desgracia- ha dado más de qué hablar por sus ausencias que por sus victorias. Nadie de la directiva, del cuerpo técnico ni Del Real Madrid se dejó caer por Paris. Los rumores del no Balón de Oro para Vinicius provocaron que los madridistas deshicieran las maletas.
Galas como estas, eventos futbolísticos de este nivel y calibre siempre me hacen reflexionar sobre lo que de verdad se premia. Obviando que es un premio organizado por un medio francés. ¿Qué se necesita para ser balón de oro? ¿solo cuentan los goles? Me hace reflexionar y darme cuenta de que cada vez vemos menos caras humildes mientras los focos se giran hacia las estrellitas estrelladas. No hay mayor error que reírle las gracias a alguien que no es ejemplo de nada y está actitud nos ha estallado en la cara.
La gala del balón de oro del 2024 tiene un único perdedor: el Real Madrid. El club de Florentino llegó para demostrar todo lo que no hay que hacer en el deporte. ¿Qué ejemplo se da a las futuras generaciones? Si no consigues lo que quieres, ¿te enfadas y no respiras?
Por suerte, hay más nombres que merecen el aplauso. La tenacidad de Aitana Bonmatí, la valentía y lucha de Jennifer Hermoso contra el acoso sexual, la ilusión y la profesionalidad de un jovencísimo Lamine Yamal, el altísimo nivel del fútbol femenino español y sin duda el hombre de la noche: Rodri. Con respeto, con su humildad, su trabajo silencioso, sus pies en la tierra; el balón de oro regresa a España 60 años después de la mano del timón de la selección y el Manchester City. Algo que celebrar por todos, aunque otros españoles están más a defender a un jugador que señala nuestro país como racista.
El fútbol español brilla con preponderancia y vive su mejor momento. Afortunadamente, el fútbol sano ha ganado, le pese a quien le pese