Dicen que siempre es mucho más sencillo destruir que construir. Y precisamente eso es lo que hemos podido comprobar en este primer mes de la era ultra liderada por un Donald Trump liberado de todas sus ataduras y que brilla en su malvado esplendor. Son tan solo 30 días de reinado del tirano Trump, pero ya hemos visto, aún con más crudeza que en su primer mandato, que estamos ante un tipo estridente, al que le importa un pimiento la democracia, los derechos humanos, la diplomacia internacional o el dolor que provocan sus decisiones. Ha vuelto con absoluta impiedad y, además, celebra cada una de sus decisiones como un gol en el último minuto contra su rival más acérrimo.
Trump es el líder de una banda de líderes ultras a los que lo único que les importó siempre es el dinero y el negocio, pero que ahora tienen el poder para que fluya con más rapidez ese dinero y ese negocio hacía sus cuentas corrientes y las de sus amigos, no importa nada más. Es el capitalismo llevado al extremo, el resto no importa. No importan las víctimas que dejen por el camino, no importa las lágrimas que hagan derramar a sus 'enemigos'. Ellos son los nuevos dueños del mundo y están dispuestos a demostrarlo cada minuto.
Mucho se habla y se ha hablado del método que han encontrado para alcanzar el poder y mucho se hablará. Pero su receta es tan secreta como la de la Coca-Cola. Todos intuimos los ingredientes que han utilizado, pero desconocemos la fórmula completa. Podemos hablar de la estrategia que en su día explicó Steve Bannon en 2019 y que podemos observar ahora en el comportamiento del presidente americano: "El partido de la oposición son los medios de comunicación. Y los medios solo pueden, porque son tontos y perezosos, centrarse en una cosa a la vez (...) Lo único que tenemos que hacer es inundar la zona. Cada día atacamos con tres cosas. Estos tipos nunca podrán recuperarse. Pero tenemos que empezar con velocidad de salida".
Es lo que está haciendo Trump, elevándolo a la máxima potencia. En sus primeras cuatro semanas de mandato ha firmado tantas órdenes ejecutivas que ha superado ya a algunos presidentes en todo su mandato. Va tan deprisa que en el plano nacional a los jueces norteamericanos no les da tiempo de parar todas sus decisiones: Declaración de la emergencia nacional en fronteras, deportación de personas inmigrantes en situación irregular, prohibir la ciudadanía por derecho de nacimiento, despido masivo de trabajadores... En el contexto internacional ocurre lo mismo avasalla a los líderes de otros países para que acepten todas sus imposiciones. Y lo hace a través de anuncios de aranceles y otras amenazas. Ya lo ha hecho con Colombia, México, Canadá y la Unión Europea.
Son decisiones de alto calado, que desmontan la arquitectura mundial de relaciones, el respeto por los derechos humanos, el comercio mundial, la seguridad. Son tantas decisiones que muchas pasan incluso desapercibidas como el abandono por parte de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, un organismo de vital importancia como se demostró durante la pandemia que vivimos hace tan solo cinco años. Y estamos tan solo al principio ¿Qué vendrá después? ¿anexiones de territorio por la fuerza?, ¿salida de la OTAN?, ¿cambios legales para perpetuarse en el poder como su amigo Putin?
Estas medidas se sienten desde el primer minuto. Y son muy dolorosas. Hace unos días se conocía el suicidio de una niña latina de 11 años en Gainesville (Texas) tras verse sometida al acoso de sus compañeros y compañeras de colegio que amenazaban con denunciarla a las autoridades migratorias para que fuera deportada junto a su familia. En estas semanas, la nueva administración de la Casa Blanca ha deportado a 10.000 inmigrantes, una media de 300 al día, y promete escalar esa cifra. Además, las redes sociales oficiales del gobierno americano se encargan de publicitar de manera minuciosa esas deportaciones. Hace unos días publicaron un tuit con un título escalofriante: "ASMR, Vuelo de deportación de inmigrantes ilegales". El ASMR es una sensación física y psicológica que aporta clama y tranquilidad en quien la experimenta y se consigue, por ejemplo, a través de sonidos. Es decir, que están deportando a ¡personas! y están disfrutando de la experiencia. No se puede parecer más a las prácticas nazis.
Para celebrar los primeros 'logros' de Trump el selecto club de la extremaderecha internacional, esa internacional ultra a la que se refiere siempre Pedro Sánchez, se ha reunido en Washington. Allí se presentó el presidente argentino, Javier Milei, para regalarle una motosierra a Elon Musk. Para ellos esto es un juego y lo están disfrutando. También estaba, como no, el líder europeo de los 'Patriotas', Santiago Abascal. No sabemos si su regalo para el dueño de Tesla ha sido un caballo, una montera o un capote.
Lo importante es que entre todos han destrozado el mundo en un mes. Ahora nos toca al resto defender nuestros valores, nuestra democracia y el mundo que conocíamos hasta hace pocos días. Nos va mucho en ello. Y lo tendremos que hacer con la fuerza que nos da las urnas... antes de que nos las arrebaten.