Nueva edición de Juegos Olímpicos: nueva polémica. En el caso de los juegos de París, tenemos problemática a elegir. La indignación empezaba a echar raíces al comprobar que ciertas instalaciones no cumplían las medidas oficiales. A este hecho se sumó el cuestionable estado del Río Sena, dónde varios deportistas denunciaron el lamentable desarrollo de la prueba de triatlón. Tal fue la gravedad del asunto que el canadiense Tyler Mislawchuk confesó vomitar hasta en diez ocasiones fruto de la contaminación del agua.
Pero sin duda, la palma se la lleva la boxeadora argelina Imane Khelif. El debate se abría tras la retirada Angela Carini a los 46 segundos del inicio de la pelea. La luchadora italiana denunciaba que había sufrido mucho dolor en uno de los golpes y todas las miradas se posaron sobre la argelina que ya arrastraba polémicas anteriores. Momento idóneo que aprovechó cierto lado de la balanza política para expandir sus tentáculos.
Tan pronto finalizó el combate, los bulos en redes empezaron a crecer. Se acusaba a la boxeadora de “engañar al Comité por ser un hombre con cromosomas XY” y no realizarse las convenientes pruebas de "género". Por suerte, la verdad siempre sale a relucir: Khelif no es una persona trans. Khelif es una deportista que sufre una condición genética denominada hiperandrogenismo que provoca que su cuerpo genere elevados niveles de testosterona en mujeres.
El Comité Olímpico Argelino ha emitido un comunicado en el que condenaba firmemente “los ataques y difamaciones originados en ciertos medios de comunicación extranjeros". Unas palabras que llegaban tras la visita de la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, que criticó la participación de la deportista. Un discurso que busca avivar divisiones, alejando el debate de la justicia y el respeto.
Los Juegos Olímpicos nacieron para celebrar el talento, no para crear barreras. La situación de Imane Khelif nos desafía a revisar nuestras normas y asegurarnos de que el deporte siga siendo un campo de oportunidades para todos, sin importar su biología o identidad.
Por fortuna no es el primer caso que se da, ya ha ocurrido en otras ocasiones; lo malo es que parece que seguimos sin encontrar soluciones justas. Las decisiones deben basarse en la ciencia y en el respeto a los derechos humanos, no en prejuicios o intereses políticos. Cabe recordar que el historial médico de los atletas debe tratarse con la máxima confidencialidad para evitar la exposición innecesaria.
La difusión de fake news y bulos en torno a casos como el de Imane Khelif no solo es perjudicial para las personas implicadas, sino que también distorsiona la percepción pública y socava los valores fundamentales del deporte. Es responsabilidad de todos combatir la desinformación y fomentar un ambiente de respeto e inclusión. Se nos olvida que los deportistas son personas ante todo.