En lo que llevamos de 2021, 14 mujeres han sido asesinadas por violencia de género. Además, en una semana trágica, varios menores han quedado huérfanos y otro fue asesinado también por su propio padre. Desde 2003, año en que comenzó este trágico contador histórico, son 1.091 mujeres a las que han arrebatado la vida sus parejas o exparejas, hombres. En este tiempo, el número de huérfanos ha superado también los 500.
Denunciados o no denunciados por estas mujeres, el hecho es que son ellas las que pierden la vida a manos de hombres. Son hombres los que, creyéndose superiores, deciden que, si no es para mí, no es para nadie, que no se merece seguir viviendo, aunque sea la madre de sus hijos. Y aunque esto no debería ser una cuestión sobre la que debatir, para muchas personas en este país (a tenor de la representación obtenida en el Congreso de los Diputados), un partido a nivel nacional se obstina en negar lo evidente.
Para los acólitos de Santiago Abascal, la violencia hacia las mujeres no existe. Existe la violencia, así, en general. Porque según ellos hay muchos hombres que mueren también a manos de mujeres, hay muchos hombres que sufren violencia de género, a manos de personas del otro sexo, y ellos no pueden ser menos que ellas. Así que, negamos la mayor y metemos a todas las víctimas en el mismo saco.
Desde las diferentes instituciones en las que tienen representación, han logrado paralizar declaraciones contra la violencia de género. En el Ayuntamiento de Madrid, la Asamblea regional madrileña, o Andalucía, donde han agitado la “violencia intrafamiliar” como ejemplo de que todos, hombres, mujeres y niños sufren violencia en el hogar, o el propio Congreso de los Diputados, donde se han quedado solos en su postura negacionista. Ejemplos de la cerrazón del partido ultraderechista.
Aunque sin duda, para mí, lo peor de todo esto es que, además, lo defiendan mujeres desde posiciones públicas: diputadas nacionales y regionales, concejalas, portavoces en comisiones parlamentarias. Allí, boicoteando los minutos de silencio, negándose a aceptar esta dura e injusta realidad. Pero si ellas están ahí es porque otras muchas mujeres anónimas les han confiado su voto. Ojalá abran los ojos, empaticen y comprendan que, por desgracia, esta violencia la podemos sufrir cualquiera.