Que llegue el 8 M y que yo me ponga a hablar de Igualdad me parece increíble. Sí, ya sé que no hay mejor día que hoy para hacerlo, pero soy más de huir de los convencionalismos y, por supuesto, creo que la lucha por las mujeres debe llevarse día tras día. Igual es por eso que siempre me inculcó mi padre, cuando le llevaba un regalito por su día, cuando me decía que eran "inventos del Corte Inglés".
Desde luego que la igualdad hay que lucharla cada día, con los pequeños gestos y con los grandes, con no sentirnos inferiores nosotras mismas y con hacérselo ver a ellos. Creo que ahí está la base de la igualdad que me gustaría que tuviesen mis hijas y mi hijo.
Dicen que nos quedan 39 años para llegar a la igualdad plena, y espero que así sea. Que no se convierta en una desigualdad revanchista, en la que nos venguemos de los años de opresión que, en realidad, muchas de nosotras nunca hemos vivido.
Cuando pienso en la sociedad en la que vivimos, no lo hago como un entorno hostil en el que me siento inferior por ser mujer. Siento que hay muchas cosas con las que yo cargo (y veo que muchas otras mujeres lo hacen también) pero que nadie nos ha pedido que lo hagamos. La respuesta suele ser que "si no lo hago yo nadie lo hace", pero es verdad que, muchas veces, tampoco les damos tiempo a que lo hagan ellos.
Siempre me acabo llevando el discurso a la conciliación, pero es que es mi día a día. No es una cosa de ser mujer, pero por ser madre, he perdido dos trabajos y he tenido que adaptar mi vida laboral a la de mis hijos. No me arrepiento de ello, pero a mi marido no le ha pasado. Será por la educación que recibí, porque ellos son como son o porque nosotras somos como somos, pero no conozco a muchos hombres con reducción de jornada por cuidado de hijos.
Pero insisto, los temas de conciliación me gustaría dejarlos aparte, porque incluso en la igualdad, si las cosas siguen como están, sigo viéndolos como un problema, porque no creo que haya políticas reales para facilitarla.
Volviendo a la lucha feminista. Para mí es muy difícil tratar el tema. Soy mujer, por supuesto, pero no me siento parte de un "colectivo" por serlo. Yo me siento más ser humano que mujer, más española que madrileña y más europea que española. Me gustan más los puntos de coincidencia que los de fricción.
Entiendo y respeto a quienes luchan por ideales, admiro a quienes lo han hecho a lo largo de los siglos y a quienes lo hacen ahora, incluso cuando a veces pueda considerar que están equivocados en ciertos planteamientos, pero salir a la calle y manifestarse, luchar, hablar, defender puntos que les parecen justos y que no solo les van a beneficiar a ellos me parece muy loable.
Tal vez sea egoísmo, pero me cuesta levantarme por una causa que me atañe. Necesito entender que es muy mayoritario para alzar la voz por algo que me afecta a mí misma. Me cuesta menos hablar por los demás cuando soy parte imparcial. Pero entiendo que como mejor se alza una bandera es cuando tus intereses están detrás, aunque a mí me de pudor.
Hoy la presidenta ha hecho unas declaraciones que han levantado ampollas, al menos en nuestra redacción: "hacer como que vivimos en un infierno de opresión es un tanto injusto con mujeres que de verdad lo sufren en estas sociedades”, ha dicho Isabel Díaz Ayuso en el acto del 8-M. No creo que sean unas declaraciones descabelladas, ni que Ayuso vaya contra el feminismo por decir algo así.
Estamos en una sociedad que tiende a polarizar todo, también luchas en las que nos empezábamos a poner de acuerdo. En mi generación hay pocos hombres que juzguen el largo de la falda de una mujer, y mucho menos que crean de verdad que debemos estar atadas a la pata de la cama, pero a fuerza de enfrentarnos y de ciertos mensajes de odio, cada vez habrá más personas que lo nieguen para defenderse de algo que no han hecho ni pensado.
Creo que la polarización no ayuda más que a causas que no valen. Que en fútbol seas del Madrid o del Atleti, sin ningún motivo para ello (porque qué motivo puedes tener para estar a muerte con un club que va cambiando a lo largo de los años, a veces, incluso de color de camiseta), ayuda al juego, a la emoción, porque en el fondo, si fueses de los otros todo sería igual. Pero polarizar algo tan necesario como la igualdad es un error tremendo del que nos arrepentiremos si no se abre camino la cordura.