Antes de abrir los pabellones de IFEMA al turismo internacional, la presidenta de la Comunidad de Madrid, la controvertida Isabel Díaz Ayuso, volvió a utilizar este recinto ferial para celebrar una gran fiesta, una de sus grandes fiestas. 

En esta ocasión, no fue a repartir bocadillos de calamares como hizo para celebrar en 2020 el cierre del hospital provisional de la pandemia, a pesar de lo mucho que nos quedaba por pelear contra la COVID.

Ahora se rodeó del glamour que impregna al gran circo de la Fórmula 1 para anunciar al mundo que nuestra querida Madrid tendrá durante 10 años el privilegio de ser sede de un Gran Premio de Fórmula 1, que digo de uno, del mejor premio de Fórmula 1 de la historia del mundo mundial. 

Para ello, recibió a los magnates del negocio, pintó un metro para la ocasión y hasta instaló una línea de meta en la entrada de IFEMA, para que los profesionales del turismo procedentes de casi 200 países vieran lo buenos que somos. 

Ayuso nos dijo que esto es ya el culmen de su gestión política, que Madrid es el centro del universo y que los madrileños y también los españoles, tendrán la oportunidad de aprovecharse de las bondades de este gran espectáculo que nos ha traído. “No voy a pedir perdón por haber traído la Formula 1 a Madrid”, les dijo a aquellos que se permitieron criticarlo Obviamente que no, señora presidenta, solo nos conformamos con que nos de su palabrita de lideresa de que no nos pasará como a los valencianos que aún pagan las grandilocuentes ideas de sus políticos populares de antaño. 

De acuerdo, la Formula 1 mola mucho, nos pone en el mapa aún más, nos convierte en destino turístico deportivo de primer nivel y todo eso conlleva ingresos, actividad económica y puestos de trabajo. 

Pero que los focos no nos deslumbren, porque habrá muchos madrileños y madrileñas que no verán un duro, mejor dicho ni un euro, de estas mega carreras, pero sí tendrán que lidiar con las consecuencias negativas que se pueden producir. 

Estoy pensando en esos jóvenes que soñaban con vivir algún día en los nuevos barrios de Madrid. Ahora tendrán que competir para comprar un piso con grandes fondos internacionales que verán un buen negocio hacerse con unos cuantos inmuebles para poder alquilarlos en la semana de las carreras. O también me pongo en la piel de los vecinos de la zona que tendrán que sufrir los inconvenientes de convivir con un espectáculo que atrae a miles de personas. 

Solo espero que esto salga medianamente bien, será beneficioso para todos, siempre, claro está, que se reparta el pastel de manera ecuánime. Pero me temo que aquí lo único que se repartiría serían las pérdidas de un posible fracaso. Ahí sí, todos tendríamos nuestro trozo de pastel.