A quien vive pobre por morir rico, llámenle ustedes borrico.
Ancestral refrán y dicho popular coherente, que nos viene a recordar que siempre que sea posible, merece la pena pasar por la vida, sin tener que apretarnos el cinturón continuamente y pasando calamidades y privaciones o miserias voluntarias, siempre y cuándo la hacienda o riqueza del individuo, sea capaz de sustentar y permitir licencias o exquisiteces, que logren paliar las amargas vicisitudes del existir cotidiano.
Al final no es más pobre quién menos tiene, sino quién atesora vil metal, rayando en la incoherencia y usura mas despreciable, hasta el punto de vestir zozobra y desazón a diario, ante la vicisitud de afrontar los gastos habituales e indispensables que se le presentan a todo hijo de vecino, en esta sociedad del consumismo desorbitado.
Tampoco se trata de derrochar, como quien dice, el salario que con el sudor de la frente cosechamos, sino de tener muy presente, que tal como se obtiene el emolumento, debemos ser conscientes de emplearlo en hacernos la vida más cómoda, alegre y consecuente con el tiempo en que se vive.
A todos nos gusta vivir holgados, aunque la vida misma, sea por lo general de prestado.
Antiguamente, en nuestra España, no se estilaban ciertas licencias de las que hoy están en boga, como vacaciones estivales anuales y puentes cada dos por tres, o la cultura de la tapa a diario entre otras, Actitudes y costumbres habituales, que hoy se han convertido en pirámide trascendental en la sociedad del presente.
Hoy los cánones establecidos siglos atrás se han derrumbado, a golpe de gritos de libertad y desenfado.
El muerto al hoyo y el vivo al bollo, sólo se vive una vez y que me quiten lo bailao, son algunas de las declaraciones de intenciones que no se caen de la boca de miles de ciudadanos, en cualquier rincón de nuestro país dicharachero y soleado.
Consignas estas que pueden parecer imprudentes y faltas de sensibilidad social, pero que en realidad son tan loables como los pensamientos de antaño y que definen con infinita claridad, el pensamiento actual en cuestiones de prioridades del individuo.
Hoy se estilan más los dichos antiguamente olvidados como el que da titulo a esta reflexión o aquel otro de que “antes de cien años estaremos todos calvos, por tanto aprovechemos cuanto podamos la fiesta, delirio y desenfreno”.
Disfruten ustedes cada día de la vida al máximo, pues el pasado ya se fue y el mañana pudiera ser que jamás se llegue a conocer, así que pongámonos la ilusión por bandera y salgamos de nuestras moradas, como si fuera el último día de la gran aventura que es vivir y sobrevivir en este maravilloso planeta.
Solo se vive una vez y el mañana no es para siempre, pues para desgracia de todos, tiene fecha de caducidad, incluso para el más osado y valiente.