Dice Elías Bendodo, coordinador general del PP que “ahora la calle es del PP”. Y los populares están dispuestos a ejercer desde allí la oposición política en la que les han colocado los ciudadanos. En unas pocas semanas han demostrado que están dispuestos a agitar a la ciudadanía, veremos hasta donde están dispuestos a llegar. Mientras tanto, Sánchez se consolida en La Moncloa.
En la famosísima saga de Harry Potter, el sabio gorro hablador, “sorting hat”, se encargaba de seleccionar el equipo colegial a cada uno de los nuevos escolares que llegaban a Hogwarts. En España, que somos mucho de cuentos, hemos exportado la idea y hemos convertido nuestras urnas en dispositivos selectores que lo único que hacen es mandar a unos partidos a las calles y a otros al Gobierno.
El pasado 23 de julio quedó claro que Alberto Núñez Feijóo fue designado para liderar las calles, junto a su siempre dispuesto y combativo Santiago Abascal. Tras una investidura que solo sirvió para certificar lo obvio, que el PP no tiene apoyos suficientes en el Congreso, los populares aceptaron su destino.
Ya hacen política a pie de calle, incluso antes de saber si el otro equipo tiene la prestancia suficiente como para poder llegar nuevamente al Gobierno.
Así quedó demostrado en la concentración del 24 de septiembre en Madrid, donde el líder popular se rodeó de sus fieles y de las ‘viejas glorias’ para pedir/exigir a Pedro Sánchez que no se le ocurra firmar una ley de amnistía ni nada que se le parezca. También en la manifestación de Barcelona, convocada por Societat Civil Catalana, pero capitalizada por los populares y sus socios de Vox.
El indicador definitivo de que la derecha y la extrema derecha están ya en las calles fue la celebración de los actos del 12 de octubre en el madrileño Paseo del Prado.
Allí, como siempre ocurre cuando un socialista está en Moncloa, se congregaron centenares de personas, ataviadas para la ocasión, para demostrar su patriotismo insultando al presidente del Gobierno. Daba igual que Pedro Sánchez estuviera en funciones, que a su lado estuviera el rey Felipe VI o que la infanta Leonor viviera su primer desfile militar vestida con el uniforme del Ejército. Algunos decidieron que el protagonista de la jornada fuera un terrorista, para mayor dolor de las víctimas.
Lo cierto es que cuanta más calles ocupan, cuantos más gritos pegan y cuanto más exaltados congregan, más lejos están de gobernar nuevamente este país.
Mientras tanto el PSOE, con Pedro Sánchez a la cabeza, se afana en conseguir los apoyos suficientes para seguir en La Moncloa durante cuatro años más. Y todo hace indicar que podría conseguir su objetivo, a pesar de las dificultades en las que le pondrán los que tienen que darle sus votos. Se da por descontado que PNV y BNG ya están convencidos de dar cuatro años más a los socialistas en el Gobierno. Tampoco habrá mucho problema con Bildu. Y son los independentistas catalanes, ERC y Junts, los que decidirán finalmente el destino de la próxima legislatura. Enfilan ya una ley de amnistía que el PSOE deberá explicar y argumentar muy bien. Si lo hace podrá seguir con su agenda progresista durante cuatro años más.
Y así, se cumplirán los deseos de nuestras especiales urnas selectoras, unos tendrán que pasarse cuatro años detrás de la pancarta mientras que los otros tendrán el control del BOE, donde realmente se cambian las cosas. Aunque hay una tercera opción, que ninguno de ellos acepte su destino y los ciudadanos los mandemos a todos a una academia de magia y hechicería.
Pedro Sánchez se afana en conseguir los apoyos suficientes para seguir en La Moncloa durante cuatro años más