David Galván publica su libro “Bailando con los lobos hacia la luz. Mi lucha contra el sarcoma de Ewing”. En él nos cuenta cómo fue su lucha y superación de la enfermedad sarcoma de Ewing. Una lección de vida de cómo hacer frente hasta superar las adversidades de este tipo de cáncer, que no es muy frecuente.
David Galván tiene 47 años. Vive en Sanse y es asesor fiscal desde 2003 estando al frente de su propia empresa, Casado con dos hijos, su vida desde los once años (cuando sus grandes ilusiones eran estudiar, sacar buenas notas y jugar al baloncesto), ha sido una batalla durísima, con vaivenes oscilantes entre lo horrible y etapas de menor dureza aunque nunca plácidas.
Una vida con un hábitat pleno de dolores enormes en el cuerpo y fracturas terribles del alma. David luchó años y años contra el sarcoma de Ewing, un tipo muy raro de cáncer que se produce en los huesos. No suele haber más de 25 casos anuales. Representan menos del 1% de todos los cánceres infantiles diagnosticados en niños y adolescentes de 15 a 19 años, casi siempre en varones de raza blanca. Los avances en la enfermedad han hecho que haya una tasa de supervivencia a 5 años de un 62 y si se localiza la tasa es de un 82%. Es importantísimo la detección precoz.
David es un superviviente, un luchador que durante mucho tiempo no lo supo. Si la resiliencia tiene un nombre cercano a nosotros, ese es de David Galván Martínez. Con una victoria al cáncer, aunque con secuelas que no le impiden llevar una vida normalizada, David ha publicado un libro, un auténtico manual de enfrentamiento cara a cara con las adversidades. Un manual de un superviviente, de un resiliente que se planteó como dejó dicho Pau Donés: “Vivir es urgente”. El libro, “Bailando con los lobos hacia la luz. Mi lucha contra el sarcoma de Ewing”, pretende como una antorcha, alumbrar y dar visibilidad a la necesidad de la prevención temprana. Pero también es un libro para motivar y concienciar a la sociedad de que la realidad hay que aceptarla y, luego, luchar para transformarla y doblegar a las adversidades.
Es enormemente cruel que cuando tienes la edad en la que todos tus amigos esperan el fin de semana para salir de noche y divertirse, otro adolescente pase su cumpleaños “enganchado” a un gotero para comenzar una nueva sesión de quimioterapia. Es tremendamente injusto que mientras tus amigos bailan y saltan en una fiesta, otro joven solo “baile con lobos” y pase la Nochebuena en la cama de un hospital. Y así una y dos y varias navidades y veranos sin vacaciones.
Es inimaginable tener que cambiar macarrones por pastillas, latas de refrescos por bolsas de quimioterapias, el cómodo salón de tu casa por una atestada sala de espera o una habitación llena de juguetes por una habitación de un hospital llena de máquinas, pero así son la cosas, así fueron las cosas…”
Una vida con un hábitat pleno de dolores enormes en el cuerpo y fracturas terribles del alma
A David el cáncer le quitó un futuro posiblemente prometedor en el baloncesto. Le robó días de ocio, encuentros festivos y noches de ocio. Se lo cambió por náuseas, fuertes dolores, vómitos, pérdidas de apetito y de peso y horribles sesiones de quimio. Pero lo que nunca pudo quitarle fue su ánimo de lucha, su espíritu de vencedor, sus ganas de vivir, sus esfuerzos por estudiar y formarse en las peores condiciones anímicas y físicas.
Como recoge su libro “Bailando con los lobos hacia la luz”, presentado en la Feria del Libro de Madrid, su mejor y más feliz día fue aquel del año 1993, tras un trayecto vital espantoso, pavoroso y atroz, en el que le dijeron que “al 99,99 por ciento la enfermedad había sido totalmente erradicada”. Luego vinieron nuevas adversidades, ya menores pero no simples, pero las fue superando.
Hoy David Galván vive, y lo hace porque es “urgente”. Ha normalizado su día a día, juega con sus hijos, dirige con notable éxito su empresa. Hoy David, tras jugar a la ruleta rusa y sentir que una especie de Ángel de la Guardia le acompañaba en su duro avatar y en varias visitas a quirófanos, operaciones, vive, trabaja, estudia, lee y escribe porque como siempre hizo, “cuando he tenido un problema, he buscado la solución que creía en cada momento”. Y extrae cada momento de cada mes, de cada semana, de cada día, de cada hora, porque la enfermedad le ha enseñado a valorar las cosas realmente importantes.
Un ejemplo y un libro para asumir y poner en práctica que nunca hay que rendirse. Que como escribió José Agustín Goytisolo:
“Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino nunca digas
no puedo más y aquí me quedo,
y aquí me quedo…
La vida es bella ya verás,
como a pesar de los pesares,
tendrás amigos, tendrás amor,
tendrás amigos…”