En 1978 las cosas eran muy diferentes a como son ahora y no hay mayor muestra de ello que la estación de cercanías de Móstoles - El Soto, que desde su inauguración no ha cambiado prácticamente nada haciendo que sus infraestructuras no se adapten, desde hace años, a los estándares de accesibilidad que exige la población. 

Lo saben muy bien los vecinos del barrio de El Soto de Móstoles que cada día tienen que pasar por esta estación para acudir a sus trabajos o simplemente para acercarse a Madrid, al igual que hacen muchos otros habitantes de pueblos de alrededor como Arroyomolinos o Navalcarnero, que dejan sus coches aparcados y utilizan los trenes como medio de transporte. "Para acceder a la estación hay vecinos que tienen que pasar más de 50 o 60 peldaños, no hay ascensor, no hay escaleras mecánicas, no hay nada que cumpla [la normativa de accesibilidad]", relata Ricardo Zamora, presidente de la Asociación de Vecinos de El Soto.

"El estado de esta estación es lamentable, es deplorable y nos mantiene a todos los vecinos del barrio", se lamenta Zamora que lleva más de 20 años reclamando un cambio necesario para esta infraestructura, y que desde que comenzase con sus protestas en los años 90 solo ha visto como los pequeños "arreglos" que se han hecho han sido porque los propios vecinos se han quejado, no porque Adif mantenga una vigilancia y un mantenimiento de la estación. 

Para ser consciente de las muchas remodelaciones que necesita la estación solo hay que pasear por ella, desde la entrada por el parking o por la rampa que conecta con el barrio de El Soto, se puede apreciar que el suelo y el asfalto está agrietado, los matorrales salen sin control por las aceras y las vallas llevan sin pintarse años. Todo esto se agrava cuando entramos en la estación y vemos que para acceder a la vía del lado contrario de donde están los tornos hay que bajar por un pasadizo prácticamente oscuro de día (no queremos imaginarlo de noche) con las paredes sucias y la pintura desconchada a causa de las múltiples inundaciones. 

Una situación que los vecinos de Móstoles viven cada día cuando se acercan a coger unas de las líneas de cercanías, la C-5, más utilizadas de la Comunidad de Madrid.